El mundo es cada vez más tenebroso pero en Arco todo parece relativamente tranquilo, como si de pronto entráramos en otro planeta. Te recibe un autorretrato de Miquel Barceló en forma de gorila contemplativo y sereno, victorioso sobre una rama, junto a la gigantesca raíz de un árbol que Ai Weiwei convierte en escultura de hierro para hablar de cuestiones globales como el desarraigo de los refugiados o su propia condición de exiliado. Estamos en Ifema, donde esta tarde los Reyes inauguran la 44ª edición de la Feria Internacional de Arte de Madrid, y en los estands domina la pintura amigable y las pequeñas esculturas, apenas hay espacio para la experimentación intrépida y mucho menos para un arte que plantea cara a los grandes desafíos del mundo. Corren tiempos preocupantes, cuando no directamente terroríficos, y el mercado no es inmune, así que la mayoría de las galerías se aseguran de traer obras que se puedan vender.

Escultura de Ai Weiwei junto a 'Sur la branche' de Miquel Barceló
Uno de los clásicos de la feria, Eugenio Merino, el artista que metió a Franco en la nevera y realizó un ninot del rey, vuelve a firmar la obra más fotografiada, White Washing, un lavavajillas con 17 platos con las caras de líderes de la ultraderecha internacional (Donald Trump con su cara naranja, Giorgia Meloni, Javier Milei, Santiago Abascal...), como metáfora del “blanqueamiento” que, según el creador se ha estado haciendo de un movimiento que está arrasándolo todo. Está en ADN, el lavavajillas funciona, está a la venta por 22.000 euros, y ha sido la más fotografiada de una primera jornada que comenzó con aplausos (para la galerista y coleccionista fallecida el pasado febrero Helga de Alvear, seguramente la mejor compradora con la que nunca pudo soñar una feria como Arco) y un fundido en negro: el de las galerías españolas que durante unos minutos han apagado las luces en protesta por el IVA del 21% que les hace competir en flagrante desventaja con las de sus colegas franceses (5,5% o alemanes (6%).

'Binocular tensión', del mexicano Rafael Lozano-Hemmer
"La sociedad tiene que entender que no se trata de un problema de ricos, sino de competencia entre tus iguales, porque los ricos, los pobres, todos, irán a comprar donde sea más barato”, dice Alberto de Juan, el director de la galería Max Estrella, donde se encuentra la única obra de la feria que no está concebida para ser mirada sino para mirar. Se trata Binocular tensión, del mexicano Rafael Lozano-Hemmer, dos grandes ojos humanos que cuando te detectan te siguen con la mirada, creando una experiencia extraña que cuestiona quién es el observador y quién el observado. Tampoco te queda claro si quiere seducirte o te está vigilando. La obra se vende por 120.000 euros.

Obra de Muntadas sobre el destino de la obra de Picasso después de Picasso
Arco reúne propuestas de las 214 galerías de 36 países que conforman una edición que tiene el Amazonas como proyecto central con el programa Wametisé: ideas para un amazofuturismo. La última Bienal de Venecia puso en órbita el arte indigenista y la feria no ha perdido la oportunidad de aprovechar el filón de cara a coleccionistas siempre ávidos de novedades. Más difícil lo tendrán quienes busquen formas de resistencia u otras maneras de entender la realidad. En Ucrania se sigue combatiendo y en la única galería presente en Madrid, la formada por Max y Julia Voloshyn, actualmente con sede en Miami, dicen estar desolados tras la humillación de Trump a Zelenski. “Es muy duro, nuestra gente lleva tres años luchando y muriendo”; lamenta Julia, que explica que uno de los artistas que se refugiaron en su galería de Kyiv, Nikita Kadan, acaba de reconstruir la exposición que tenían cuando se produjo la invasión.

Cortina de metal de Ramón Mateos recuerda las 7.291 víctimas de las residencias madrileñas durante la pandemia
En Luis Adelantado, Alex Reynolds utiliza la IA para evidenciar cómo las preguntas de los periodistas al departamento de EE.UU. son sistemáticamente evadidas y tergiversadas (la artista les cierra la boca) y en Freijo Gallery una cortina de metal de Ramón Mateos recuerda las 7.291 víctimas de las residencias madrileñas durante la pandemia, así como la censura posterior de un documental sobre la tragedia. Muntadas denuncia en Moisés Pérez de Albéniz en qué se convierte el arte cuando muere el artista con una oro en negativo de una reunión de los herederos tras la muerte de Picasso, y Francesc Torres, último premio Velázquez, muestra músculo en T20 con una serie de pinturas encáusticas cuyos lemas juguetones no le impiden golpear (“Lo político no es lo que hace que el arte político sea arte” o “No hagas arte a menos que tengas una muy buena razón”). Nacho Ruiz, fundador junto a Carolina Parra de la galería murciana que cumple 25 años y está a punto de abrir sede en Madrid, confiesa que el espacio dedicado a un solo creador lo suelen reservar para jóvenes, pero que no encontraron más frescos y con mayor potencia que Torres.

'Campanar', de Dionís Escorsa
Estamos en una feria. Aquí se viene a vender o (algunos) a comprar (la pieza más cara seguramente es un Robert Rauschenberg en Thaddaeus Ropac de 1,700.000 euros), pero también puede suceder que te rompan el corazón. En RocioSantaCruz, Dionís Escorsa se ha traído una acuarela que pintó su abuelo en torno a 1910 en Tavèrnoles. Se titula Campanar y el artista proyecta sobre ella una infografía 3D idéntica que está conectada al servicio meteorológico de la Plana de Vic, de tal manera que el cuadro va cambiando a medida que pasa el día, vemos el atardecer y la puesta de solo. Y si llueve o nieva en Tavèrnoles, llueve o en el cuadro. Incluso escuchamos las campanas. “A mi abuelo le habría vuelto loco”, ríe Escorsa.