LA LECTURA
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Steven Soderbergh: "Cuando hay sexo, se miente. El sexo es un incentivo para mentir"

'Confidencial (Black Bag)' es el último trabajo de un director hiperactivo y ahora feliz de su profesión. Atrás queda su decepción con el cine y delante un entusiasmo inédito solo amenazado por el azaroso comportamiento de su país

El director Steven Soderbergh.
El director Steven Soderbergh.EL MUNDO
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A sus 62 años, Steven Soderbergh (Atlanta, EEUU,1963) ha vivido de todo. Le ha dado tiempo a una Palma de Oro, un Oscar, una retirada, un nuevo comienzo y hasta puede presumir de ser el único director de la historia en ser nominado en el mismo año por dos películas diferentes. «Solo es cuestión de suerte. Nadie controla su vida», dice en tono casi profético en un hotel céntrico y extremadamente pijo de Londres. El día 16 estrena Confidencial (Black Bag), una película de espías que, en verdad, lo es sobre la familia que, en verdad, trata de un matrimonio en crisis que, en verdad, es una reflexión sobre la propia verdad. Con Cate Blanchett y Michael Fassbender en el reparto, la película se antoja una perfecta excusa para hablar, en verdad, sobre todo: el cine, la vida, el éxito, el fracaso, la política y, por qué no, Tiburón, sí, Tiburón, la película de Spielberg. A Soderbergh le da tiempo a todo. De verdad.

Vengo por Leicester Square y ahí está anunciado un show en directo sobre Magic Mike. ¿Qué le parece?
Me gusta, es un gran show, muy recomendable.
¿Cómo se siente uno al ver que una de sus creaciones cobra vida propia?
No tengo nada que ver con el show, pero me parece fantástico. La razón por la que hace dos años me decidí a hacer la tercera entrega de la saga fue para contar cómo se creó ese espectáculo precisamente, pero, insisto, no tengo que ver. Sea como sea, sí, me siento orgulloso.
Confidencial (Black Bag) es, a su modo, una gran reflexión sobre la mentira y sobre los inconvenientes de decir la verdad. ¿Lo tomamos como una provocación?
En realidad, es un dilema bastante cotidiano. Si te pasas la vida diciendo la verdad a toda la gente con la que te cruzas es muy posible que acabes muerto de un disparo en la calle. Es imposible soportar semejante nivel de sinceridad. La madurez de una sociedad consiste en entender esto de manera correcta sin dañar ni la convivencia ni las estructuras de gobierno. Y ese es un problema muy actual. Vivimos un momento muy delicado en el que peligra incluso el contrato social. En un principio, decir la verdad la mayor parte del tiempo parece una postura razonable. Pero hay circunstancias potencialmente peligrosas. Hay que tener en cuenta que la respuesta a una pregunta supuestamente inocente como '¿Te gusta mi vestido?' puede desencadenar un drama.
La mentira aparecía en el título de su debut como director hace 36 años, Sexo, mentiras y cintas de vídeo. ¿Se diría que es una obsesión que le persigue?
Hay una preocupación similar. Ambas historias se desarrollan en un contexto en el que la tecnología es muy importante. Y el sexo también juega un papel. Es curioso porque en cuanto interviene el sexo, la gente miente. El sexo es un gran incentivo para mentir.

"Si dices la verdad a toda la gente con la que te cruzas es muy posible que acabes muerto de un disparo en la calle"

Tengo la impresión de que desde la desaparición del último James Bond, los espías se han vuelto más humanos, menos machistas... Pienso en Slow Horses o The Agency. En el caso de su película, estamos ante una pareja felizmente casada...
Lo que creo es que el género de espías es muy flexible y ésa es la razón por la que es tan duradero. En lo que a mí respecta, siempre empiezas por un proceso de filtrado en el que la primera pregunta es qué no quieres que sean tus personajes. La idea era conseguir una película de Hollywood muy glamurosa, pero con personajes dibujados en escala humana.
No hace tanto, usted hablaba de que se sentía decepcionado con el cine, que estaba dispuesto a dejarlo todo por la pintura... Esas declaraciones las hizo poco después de rodar Detrás del candelabro, hace ya diez años. Pasados unos años, en 2017, volvió al cine y literalmente no ha parado...
Digamos que la crisis no duró mucho.
¿Y qué ha cambiado?
Asocié mi frustración a la forma con la que la industria funciona con el trabajo. Y eso fue un error. En cuanto volví y me vi en el set de nuevo, rápidamente me di cuenta de que me encanta este trabajo. Lo que sucede es simplemente que el negocio es una locura. En cuanto pude separar una cosa de otra, todo volvió a su ser. Permití que mi enfado con el negocio afectara mi percepción del trabajo. La próxima vez que me canse y me vaya, lo haré sin anunciarlo.
Al hilo de lo que comenta, con el triunfo de Anora en los Oscar ha vuelto a la conversación el cine independiente. ¿Tiene algo que ver lo que se habla ahora con lo que se habló cuando usted debutó?
Quizá el contexto es diferente, pero el sentido último de la independencia es el mismo. Lo que cuenta es que el director tenga el control. Y no es fácil porque al fin y al cabo formas parte de un tejido más amplio. Si eres demasiado exigente, puede que te quedes sin hacer nada o pierdas demasiada gente por el camino. Lo fundamental es que las obras artísticas, las películas, tengan firma y no parezcan hechas por una empresa. De todas formas, la clave ahora, al menos en Estados Unidos, es que hay una verdadera ola de jóvenes que van al cine...

"No hay nada que pueda decir un crítico sobre una película mía que no haya pensado yo mismo antes"

¿Quiere decir que se acabó el tiempo de Marvel?
Ahora acude al cine la primera generación post-superhéroes. Han pasado 17 años desde el primer Iron Man. Quizá los que llegan ahora se digan a sí mismos: 'Estamos listos para algo nuevo'. Y confío en que cunda el ejemplo y se extienda la tendencia.
Al ritmo frenético en el que se ha volcado últimamente, ¿qué espacio deja para asuntos como el éxito o el fracaso?
La pregunta que me hago siempre es si, como director, hice lo posible. Hace 25 años decidí dejar de leer cualquier cosa que llevara mi nombre. Y eso ha sido bueno. A veces pienso que me gustaría tener la opción de poder elegir entre que una película guste y no gane dinero, y que no guste y gane mucho dinero. Es decir, lo que sea, menos que todos la odien y, además, fracase económicamente. Pero las cosas no son así, obviamente. Lo que sí puedo decir es que hace tiempo que no me afecta en absoluto lo que digan de mi cine. No hay nada que pueda decir un crítico que no haya pensado yo mismo antes.
No hace tanto hablaba de Tiburón, la película de Spielberg, como el mejor ejemplo para ilustrar la labor del director. ¿Por qué precisamente esta película?
Es el ejemplo más extremo, el mejor retrato de lo que significa trabajar bajo presión. Todo lo que le podía pasar le acabó por suceder. Lo que me interesa, sobre todo, es cómo se enfrentó a cada uno de los problemas y los solucionó.
¿Ha vivido algo parecido en su carrera?
No tan radical. El rodaje de Che no fue para nada divertido, pero no fue comprable. Cumplimos con lo planeado. Spielberg y su equipo no sabían siquiera si tenían los planos suficientes para montar la película. Y pese a todo, él siguió y siguió. Spielberg es todo un ejemplo en cómo mantener la cordura en un momento de presión extremo.

"Vivimos un momento muy delicado en el que peligra incluso el contrato social"

Lo relevante, en cualquier caso, es que cambió la historia del cine...
Fue una especie de supernova. Marcó un antes y un después en el panorama cultural. Ninguna otra persona en su sano juicio habría hecho lo que él acabó por hacer. Nunca se rindió. Y toda esa energía hizo de la película una explosión generacional, una especie de arma nuclear.
Algo de eso hubo en Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989). ¿Cuántos años tenía cuando la rodó? ¿26?
No lo sé. Creo sinceramente que fue una cuestión de suerte, de llegar al sitio justo en el momento apropiado. Si la película se hubiera estrenado un año antes o un año después, quizá no habría sucedido nada. En esa época había una sensación generalizada de que la gente quería ver películas hechas a mano. Durante los 80 las grandes corporaciones habían tomado Hollywood y muchos cineastas independientes buscaban su oportunidad. Sexo, mentiras y cintas de vídeo se encontró con el viento completamente a favor. Tuvimos mucha suerte al entrar en Sundance y en la Quincena de Realizadores de Cannes. Tenga en cuenta que luego entramos en la competición oficial del festival [ganó la Palma de Oro] porque una de las películas se retiró a última hora. Y no solo eso, de repente fue Wim Wenders el presidente... No fui responsable de nada esto. Nunca tuve el control. Pero, desde luego, si nada de eso hubiera ocurrido mi carrera sería ahora diferente.
Antes mencionaba el díptico de películas que hizo sobre el Che. Me pregunto cuánto le preocupa la política y la posibilidad de intervenir en ella con su cine.
Lo que me interesa de verdad son los sistemas; los sistemas de pensamiento, los sistemas de comportamiento... Es decir, los sistemas que heredamos y la forma como nos adaptamos a ellos. ¿Qué ocurre cuando nos rebelamos contra el modo como se ordena la realidad?
Se diría que vivimos en un tiempo en el que los sistemas, todos ellos, están en crisis. Incluso la propia democracia.
Ojalá pudiera saber cuál es la respuesta correcta a ese sentimiento de crisis que afecta a los jóvenes especialmente. Creo que todos debemos contribuir a no agravar las cosas. Quizá es el momento de reconocer que la falta de sinceridad es un pecado que no podemos permitirnos. No podemos permitirnos ser cínicos en este momento.
¿Cómo juzga lo que está pasando en Estados Unidos ahora mismo?
Lo quiera o no Estados Unidos ejerce un liderazgo sobre el mundo y no deberíamos subestimar el hecho de que la Administración actual está tomando medidas que están cambiando el panorama del mundo. Y lo más grave es que tienen todas las herramientas y todo el poder. Controlan los tribunales, así que pueden hacer lo que quieran... Estados Unidos es un fenómeno único y un país muy joven. Este dato es algo que solemos olvidar.